miércoles, 29 de enero de 2014

Cielo.


Escribí esto teniendo el atardecer en frente mío, mientras viajaba por la ruta ¿Qué mejor para una aspirante a escritor? Hacía frío, el silencio me rodeaba; todos dormían menos yo. Tenía qué escuchar, qué leer y qué escribir ¿Qué más podría pedir? Un amor, quizá. Pero se sentía tan bien.
Si pudiera pintar, lo habría hecho mientras lo veía. 
Sí, estás en lo correcto: nunca había visto una puesta de sol en su máxima expresión.
El degradé del naranja al celeste es tan hermoso. Se podía ver la mitad de un círculo perfecto.
Las nubes, pintadas de naranja, no podían estar mejor ubicadas: largas y dando la impresión de que son planas.
Del otro lado se vislumbran nubes rosas y más cerca del horizonte, el celeste oscuro listo para la noche; y el blanco de las nubes gordas, como sacadas de una pintura, se perdían en él.
Todo al rededor era pasto y árboles; pájaros planeando por última vez hasta que amanezca.
Todo al rededor preparado para recibir a la Luna.

Sí, toda una boba enamorada del cielo. Es tan hermoso, tan perfecto... parece tan normal, lo vemos todos los días; pero está tan lejos, es tan grande, infinito, misterioso... no me importa cuándo sea, estoy dispuesta a contemplarlo siempre. No hay momento en el que no me atrape y deje lo que hacía para mirarlo (cuando escribí lo anterior, estaba leyendo. Tuve que parar).